Javier Hermoso de Mendoza
Javier Hermoso de Mendoza
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EL ELGINISMO EN ESTELLA

Acabo de leer la reseña de la conferencia que sobre el "elginismo" dio Miguel Merino, la cual me sugiere estas letras. No voy a hablar del traslado de obra arquitectónica de nuestra ciudad a otros lares. Voy a hablar de destrucción consciente del patrimonio local. Hecho que aún hoy se sigue perpetrando.

El aprovechamiento de sillares de obra antigua, realizado cuando esta devino en ruina, es algo que siempre se ha dado. Lo utilizaron los romanos, después los árabes, y se ha seguido dando durante el renacimiento y en épocas posteriores. Eran conceptos de economía constructiva en una época en que todo era utilizable y aprovechable, y encontrar un sillar era un lujo que aliviaba la bolsa, siempre precaria, del particular o de la administración. No como ahora, que tanto se destruya y va al vertedero -el próximo, el puente de la Vía-. Nunca sabremos cuantos problemas solucionó aprovechar las piedras del castillo de Estella cuando en el x. XVI fue volado. Tampoco todo el avío que proporcionaron los sillares de las murallas para construir, por ejemplo, la plaza de toros del Majo. Eran otros tiempos, y nuestros antecesores no eran menos sensibles ni más abandonados que sus coetáneos.


Armas de los Izcue en su emplazamiento original.
Armas de los Izcue en su emplazamiento original.

Armas de los Izcue en su nuevo emplazamiento. Le falta parte del penacho de plumas.
Armas de los Izcue en su nuevo emplazamiento.
Le falta parte del penacho de plumas.

Armas de los Izcue durante el derribo del edificio, roto y mezclado con los escombros.
Armas de los Izcue durante el derribo del edificio, roto y mezclado con los escombros.

Claro que la destrucción pudo ser mayor, y en épocas en las que no cabía justificación: no hace ni cien años que se subasto el convento de Santo Domingo para aprovechar su piedra, y adjudicado a los Hermanos Salvatierra pudo salvarse.

Cuestión modas, quizá. Por la misma época, a la burguesía estellesa le dio por pintar sus fachadas con flores, grecas y almohadillados, arrasando con los escudos de sus fachadas. La excepción -siempre existe- en Ruiz de Alda. Nada de extrañar que cuando Segundo Ruiz realizaba una obra menor en una casa de la calle Comercio, tapando el desagüe encontró un escudo nobiliario. A la burguesía estellesa parece no haberle importado mucho estos temas. Podemos ver fotografías del Casino, efectuadas durante la visita de uno de los Alfonsos, en cuya fachada se puede apreciar un hermoso escudo. Para el olvido quedaron los dos tercios de la fachada de sillería que, continuidad del edificio donde hoy está la tienda de Ega Pan, en la plz. de Los Fueros, dio paso al horrible edificio del Florida. Y más recientemente, otro horror se levantó sobre el palacete de La Millonaria y el edificio de Ricarte cuyos porches se sostenían sobre enormes columnas de una sola pieza, las cuales estuvieron durante largos años tiradas en la urbanización El Puy.

Escribo de memoria estas notas, sin peinar mi archivo, y probablemente olvide alguno. Pero aunque así sea, la desaparición de escudos de nuestras fachadas es abundante a lo largo de los años de los que puedo dar razón. Los tres escudos del convento de San Benito se los llevaron las monjas. El único escudo de la ciudad en clave de arco, excepción hecha de los existentes en iglesias y en Larrua, y quizá el más antiguo de nuestras calles, desapareció cuando se derribó en Lizarra la casa de la huerta de Landa. En la misma calle, temprano en desaparecer fue el barroco escudo de la casa de Paca Echarren. Bajando al llano, en la plz. de Los Fueros, la casa de Martincorena tenía dos escudos. Uno luce en la fachada de un chalé subiendo al Hospital; el otro, ignoro a donde fue a parar. La fachada de la pastelería de Ros tenia un pequeño escudete. Cuando se redecoró la tienda, desapareció; hoy luce en una caseta de campo en Valdelobos. Donde hoy está el Astarriaga, de los dos edificios que antes existían, uno de ellos, primero de Calbote, y después de Gaviria, tenía un escudo policromado que desapareció con el derribo de los edificios. Pasando a la Plz. de Santiago, en el hoy número 7 había un escudo, bastante deteriorado y de la misma familia que el que hoy luce en la fachada de la fonda San Andrés: desapareció entre los escombros. Como desapareció el de la casa de La Basa, en Calderería, obra de Patxi Mangado, parte de cuyos restos encontró Segundo Ruiz en un vertedero.

En San Nicolás desapareció lo que quedaba de la fachada de la parroquia del mismo nombre, así como un escudo de los Izcue que recientemente creo haber visto en un pueblo próximo, más otros dos escudos en el edificio contiguo. El otro que hay de la misma familia, recientemente trasladado de Valdeallín a Carpintería sin causa que lo justificara, en el ínterin, a pesar de contar con la protección de la asesoría Navark, tirado entre los escombros perdió dos trozos de su labra.

A pesar de las apariencias, no es la Administración quién más vela por lo que denunció Miguel Merino en su conferencia. En la Misericordia y el Hospital Viejo había sendos escudos, uno con las armas de la ciudad y otro partido con la estrella de la ciudad y las cadenas de Navarra. El primero está en el zaguán del Ayuntamiento; el otro, lo ignoro -obra, también, de Mangado, oculto bajo la argamasa, quedó el almohadillado de la fachada de la iglesia del Hospital, y el depósito de agua y el lavadero fue a parar al vertedero-. El patrimonio también sufre cuando en pleno barrio monumental se permite, junto a dos antiguos arcos de medio punto, completar la fachada del último edificio construido con bloques de piedra artificial. Y este año, con prisas injustificadas y con el señuelo de un proyecto irrealizable, toda la piedra del cuartel y el zócalo de grandes sillares, terminó en el vertedero. Cuando se dé uso al solar y se levanten los muros de contención, en una ciudad monumental veremos hormigón en vez de los sillares que pudieron y debieron haberse utilizado.

Nota: esta colaboración se publicó, con fotografías sobre el tema, en el nº 251 de Calle Mayor, el 05/12/02.

ARRIBA © 2003-2005 Javier Hermoso de Mendoza